
Un manifiesto nacido de locos que no queremos ver más comerciales de leche Klim en las pantallas de cine.
Pese a que el director español Alex de la Iglesia inmortalizó sus palabras al decir que “lo fascinante del cine es colocar al espectador en posiciones morales en las que nunca estuvo”, en los últimos días hay ciertas posiciones morales que han comenzado a volverse incomodas en las salas de cine colombianas, por lo menos damos fe de las de Medellín.
Antes, lo más emocionante de romper las barreras del tiempo para llegar 15 minutos antes al film, era verse recompensado con una serie de cortos que ofrecían dos universos: el de ilusionarse por las nuevas joyas del séptimo arte que arribarán a la cartelera o el de comenzar a imaginarse un boleto desechado.
Hoy, el riesgo a la desilusión es inminente. Cuando se entra a una sala de cine (con excepción de pequeños oasis en los que aun se respeta la pasión), ya no se sabe si lo primero que aparecerá en la patalla será una nueva promesa cinematográfica o una serie de comerciales que hacen sentir al espectador que perdió la platica, que huyó en vano de la programación dominguera que incluye tanta tanta "propaganda" y que para empeorar las cosas, en las salas de cine no hay control remoto que compense la "propagandería" con un entretenido zapping. Es casi imposible hoy en día, evitar la molestia de ver en cine un comercial con un nene de tres años que levanta sus brazos fuertes para dejar firme la evidencia de las bondades de la leche Klim, o un viril macho man a bordo de algún automóvil lujoso, o un par de ancianos sonrientes por meter sus ahorros en alguno de los bancos de la pirámide más grande de Colombia: Asobancaria.
En algunos otros casos aparece el periódico El Espectador, una publicidad menos insoportable que la del nene sin dientes. Supermercados como Cafam también han entrado a reemplazar los tráiler que para los amantes del cine representan los platos de la función más exquisitos de digerir. Así mismo, las crispetas y gaseosas de Cine Colombia, que antes se sugerían solo como una opción, han pasado a convertirse en un mensaje subliminal constante, que adopta comedores compulsivos en su lecho.
Estamos cansados de entrar a ver una película en la que sabemos que, de antemano, Cine Colombia, Royal Films o Procinal (las de Procinal son las peores porque se venden como si fueran unas Páginas Amarillas), nos darán un banquete de 20 a 25 minutos de publicidad. Es de anotar que durante este lapso, en el que se recorre casi la mitad del reloj, aparecerán a lo sumo dos cortos, cuando antes los espectadores podían deleitarse hasta con seis traillers que dejaban vivo el espíritu de querer seguir volviendo a cine.
Lanzamos una voz de protesta, de esas de inconformidad que a veces se nos hacen tan familiares, para decir que NO QUEREMOS COMERCIALES EN EL CINE e invitar a los industriales de este vicio a que recuerden, como si fuera un regaño, los sabios consejos de Billy Wilder cuando decía: “Tengo diez mandamientos. Los primeros nueve son ‘No aburrirás’ y el décimo es ‘Tendrás derecho al corte final’”. Manifestamos:
1. NO QUEREMOS COMERCIALES EN EL CINE.
2. Queremos saber cuáles son las películas que vienen a cartelera.
3. Queremos que esas películas que anuncian de verdad aterricen algún día a la cartelera, (y no sólo a la de Bogotá).
4. En vez de poner tanta publicidad deberían proyectar más cortometrajes de jóvenes promesas del séptimo arte en Colombia.
5. Señor industrial, si está a punto de quebrar, si varias iglesias cristianas le han propuesto comprar su pequeña sala, por favor sea consciente, podemos admitir comerciales que estén acordes con nuestros intereses. Puede romper el contrato que tiene con Nestlé.
6. Si uno acude a las salas es porque quiere algo distinto a lo que puede obtener en casa. Aumentar la cantidad de comerciales antes de la película, que deberían ser cero pollito rayado, puede tener el efecto de aumentar la piratería. Al fin y al cabo, un plasma de 32 pulgadas, combinado con un home teather y unas crispetas hechas en casa, es mejor opción que acudir a una sala a ver niños sin dientes pidiendo productos de Nestlé.
7. Señores propietarios de salas de cine, apliquen otras estrategias para vender publicidad: carteles, avisos en los vasos de la gaseosa, en los recipientes de las crispetas, los individuales de las bandejas, pendones en las salas... devuélvannos el placer de ver 5 ó 6 cortos antes de la función.
8. Si definitivamente seguirán proyectando comerciales en la gran pantalla, que dicho sea de paso no fue inventada para este fin, les exigimos reducir el precio de las entradas, de subsidiarlas con lo que ganan, por lo menos así no perderán tantos espectadores, lo que a la larga impide la llegada de buenas películas.
9. Por último y para no perder la costumbre, en Medellín también queremos ver cine, no dejen tantas películas por fuera de la cartelera local.
Si tiene algo más que aportarle a este manifiesto, bienvenido. Así mismo, si quiere hacer parte de éste lo invitamos a que CINE SIN COMERCIALES haga uso de este botón en su blog o página web.
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