
Tiene una única opción al ver Toy Story 3: disfrutarla. Una pieza impecable de cinematografía que cierra con solidez un ciclo narrativo de la pixar que, con esta entrega, logra demostrar que sí es posible una tercera parte inteligente, profunda y divertida. En conjunto, lejos está del Padrino, Volver al futuro, Indiana Jones (la cuarta de esta última nunca debería ser tenida en cuenta por algún tipo de sentimiento parecido al respeto). Ni que decir del Señor de los anillos, de Matrix, esos bocetos, esas pérdidas de tiempo.
Es una película existencial, pero puede usted comportarse como un niño ante la pantalla, es decir, déjese llevar. Sin embargo, cuando salga de la sala y regrese a casa, cuando encuentre de paso esas viejas fotos familiares, como si nada, una epifanía lo iluminará: la muerte lo está esperando.
Escoja al azar uno solo de los personajes y encontrará más psicología que en todos los de la actual cartelera juntos. Así son los juguetes, pequeños artefactos con mando a distancia a las regiones claroscuras de nuestras insignificantes almas.
¿Hay algo más absurdo, espeluznante, literario, tenebroso, revelador que un juguete preguntándose sobre su razón de ser en un mundo donde se ha terminado la infancia? Habrá que mirar en Proust.
La historia de la cultura occidental tomará un nuevo rumbo con las verdades reveladas de Barbie y Kent. Está ante su primer encuentro, los estereotipos hechos trizas, la ambigüedad como el eje articulador de dos universos emocionales que Mattel supo, hasta ahora, negar. Atrévase a entender muchas cosas. No es tarde. Su vida sexual puede encontrar una nueva oportunidad.
Sí. También es una película para niños. Hay un cerdito alcancía que es el malévolo capitán tocino.
Una escena. Están a punto de morir incinerados: si usted no se conmueve, si su respiración no se detiene, si el mundo a su alrededor no se reduce a los perfiles pixelados de un instante mortal, si la música grave y cortante acompasando el momento límite que exige el asomo genuino de la valentía no libera su más sincera expresión de solidaridad, si no pensó “recorcholis, esto es el fin”, usted se merece mil veces este maldito mundo que le tocó vivir. Tres mil veces.
Usted ya lo sabía, pero esta película lo confirma, una guardería puede ser un infierno. El arcoíris no es la señal del paraíso, 1984 no es el reino de la libertad, en un bebé están las claves del mal. La metáfora como una lección de vida.
Si no puede identificarse con alguno de los juguetes, algo está mal, piénselo con detenimiento, tal vez usted no exista.
Está película es una lección de cine. Encontrará todo lo que enseñan los manuales con una caligrafía que se desvanece al contacto con la tumba de Billy Wilder.
Sea de los que se ven la mejor película del año seis meses antes de terminar el año.
Exelente, esta frase es simplemente excelente
¿Hay algo más absurdo, espeluznante, literario, tenebroso, revelador que un juguete preguntándose sobre su razón de ser en un mundo donde se ha terminado la infancia?