
Pague la boleta, esta es una película, por poco, casi imperfecta.
Si la ve se dará cuenta, que los bien pensantes y casi siempre aburridos miembros de la Academia, no se equivocaron con el Oscar a mejor película extranjera. Si se lo hubieran dado a cualquiera de las otras cuatro, tampoco se hubieran equivocado.
La película no pertenece a lo que desprevenidamente se ha llamado el Nuevo Cine Argentino, el cine arriesgado en su diseño visual, sin ajustes de cuentas morales, y con una casi imperceptible arquitectura argumental (porque no suele tener arquitectura); la que ni mi hermana ni mi gato, ni mi licuadora entienden. Esta es una película clásica, en el buen sentido. Nadie, y esto en todos los demás aspectos de la vida es inaceptable, saldrá defraudado.
Si dice en voz alta “película con una sólida trama, diálogos ingeniosos, eficiente dirección de actores, magnífica solvencia técnica”, para referirse a una película argentina, puede estar hablando de “El secreto de sus ojos”, pero también de “Nueve Reinas”. Vuelva a Bielinsky, y si no lo conoce, conózcalo, ningún recién muerto suramericano le dejará tan grata impresión.
Si decide pensar esta vez, aproveche y hágalo con esta historia, a modo de reto, intente hallar las ligerezas argumentales que permiten aceitar todo el engranaje: dar de primeras con el asesino, por una mirada reiterativa en varias fotografías, por ejemplo, definitivamente una perla entre el atropello poético y la inverosimilitud radiante. ¿Hallar al asesino en un estadio completamente lleno? ¿Un estadio completamente lleno en un partido entre Huracán y Racing?
Los amores no resueltos no deben resolverse al final, y menos cuando cierran la puerta, como sucede en esta película. En cine y literatura es de mal gusto. El amor que sobrevive a los pequeños dilemas de cada día, los matrimonios salvajes o decentes, los sueldos de dignos funcionarios judiciales, es el típico amor que adora la televisión, el que nos refresca mientras dura la publicidad de coca-cola.
Recuerde estas escenas selectas para toda su vida, o, al menos, por unos cuantos días: el falso plano secuencia en el estadio, que no por falso conlleva una implacable pericia técnica; cuando se encuentran los tres en el ascensor, la imagen del asesino frente al espejo es perturbadora; cada vez que aparece Sandoval (soberbia actuación, soberbio personaje); el “dígale que me hable”, que puede reducir a nada lo supuestamente siniestro en la sobrevalorada Old Boy.
Campanella también ha dirijido algunos capítulos de "Dr House", razón suficiente para hablar bien de él en público.
Si quiere odiarla, también puede: es una película cerrada, todas las partes escrupulosamente encajadas, sin atisbos para la atroz nostalgia, ese Winnie Poh que nos raya la cara con la certidumbre de lo perdido para siempre.
De Bielinsky me gustó más El Aura. De esta reseña dices todo que puede describir la justicia. Yo recomendaría tener cuidado con las pasiones a la hora de verla, puede uno terminar encadenado. Muchas gracias por las instrucciones, muy bonitas. Aunque he escuchado de parte de "intelectuales muertos" decir que el film está cargado de clichés, yo sigo defendiendo El secreto de sus ojos, tanto como los míos.