Cierto sentimiento de pérdida y añoranza por tiempos mejores se desprende tras ver Hereafter (Después de la vida), la última película del adorado por la crítica Clint Eastwood. Un signo de interrogación glutinoso se desprende de los labios como baba al evocar títulos como Unforgiven (1992) o Mystic River (2003) mientras los créditos surcan la pantalla oscura al finalizar esta película.
Quizá esa era la idea original de Uwe Boll antes de rodar Rampage (2009): superar todos los precedentes de sangre y pólvora involucrados en las masacres que la humanidad en pleno ha contemplado absorta por televisión y que generan –gracias a dios o al diablo- oscarizables productos como Bowling for Columbine o como esa joyita que Gus Van Sant bautizó Elefant sabiamente.
Los Geek están de moda. Ahora generan trabajo, mueven la economía mundial e incluso están llegando hasta las pantallas de cine. El último en hacerlo fue Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, quien ha dado bastante de que hablar por estos días entre los críticos cinematográficos.
Lo único que da esperanza en esta película es su delicada factura. La elección del blanco y negro incita a mirarla con actitud de duelo. La recreación de Nanjing destruida se desborda del cuenco de lo real, inundando un terreno donde lo racional se queda sin asidero y en el que ni siquiera encaja la palabra pesadilla.
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Red Salud Medellín
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1/28/2010 04:16:00 p. m.
En 1977 el cineasta Roman Polanski mantuvo una relación sexual con una menor de 13 años. Hoy, haciendo homenaje a la edad en la que dicen que murió Cristo, el caso revive. Las posiciones sobre condenarlo o no están divididas. Algunos aluden a la moral y otros lo exoneran por su talento. Si usted fuera el juez de Roman Polanski, ¿cuál sería su castigo?
Imagínese usted un juzgado, de esos norteamericanos donde la fotografía es reemplazada por un dibujo que a veces resulta artístico, otras no tanto. Como los que sacan de Don Berna y los paramilitares que representan a este país de dobles morales en el imperio. El acusado, no presunto como en Colombia y calificado de culpable hace 33 años, es Roman Polanski, de origen polaco, nacido en Francia y con personalidad camaleónica: director de cine, productor, guionista, actor, paranoico y a veces genio.
Al estrado sube Madame Dioz (Jo Van Fleet). Parece un fantasma, luce demacrada, tiene el color de la muerte pegado de su rostro. Es una testigo, dice que lo conoció de cerca. “Lo vi llegar. Insistió en lo del departamento. Llevaba corbata, un traje oscuro, parecía serio. Su nariz combinaba perfectamente con la de un hombre inquieto. Subió las escaleras y se convirtió en el nuevo inquilino. Luego vino lo inevitable, se vistió de mujer, golpeó a un niño y perdió la cordura”.
El tiempo retrocede. Es París, 1976 y convertido en actor reaparece la figura de Polanski. Ahora es Trelkovsky, un inquilino que llega a un apartamento donde el alquilador anterior, una mujer, se había suicidado.
Transmutado en director, Roman Rajmund Polański, de ancestros judíos y víctima de la Segunda Guerra Mundial, comienza una de sus mejores películas, Le Locataire (El inquilino). Un largo plano secuencia presenta el interior de un edificio, se desarrolla una cuidadosa puesta en escena de horror y humor. La verdad y la mentira parecen estar conjugadas en un mismo escenario donde la ambigüedad y la expectativa se enfrentan en un ring hasta el final.
En el juicio, Polanski recuerda este momento: “La secuencia inicial, en la que una cámara de control remoto instalada en una grúa explora el exterior del edificio y penetra finalmente a través de una puerta para filmar un interior, fue una de las tomas más complicadas y satisfactorias que jamás he realizado”. El juez proyecta en una pantalla.
Nada de esto sirve. En los Estados Unidos presentan a la víctima. Dice que en 1977, cuando solo tenía 13 años, fue abusada sexualmente por el director. Sus padres denunciaron el hecho, él aceptó su encuentro carnal, fue condenado a 90 días de prisión estatal para realizarle una evaluación psiquiátrica, luego huyo de Estados Unidos antes de que se dictara la sentencia del juicio en el que lo acusaban de violación a una menor tras el uso de drogas, perversión y sodomía.
“Iba a fotografiarme para la revista Vogue. Me brindó champaña y metacualona - considerada droga de abuso - . Me tomó fotos en el pecho y luego me llevó al jacuzzi donde me violó”, declara Samantha Gailey, quien se hizo famosa luego del ataque.
15 minutos de receso
Se retoma el juicio de Polanski. La ficción y la predicción lo llevaron de vuelta a los Estados Unidos, territorio que ni siquiera pisó en la ceremonia de los Oscar de 2002, en la que obtuvo el premio al mejor director por el film El Pianista. Llegó hasta acá, luego de haber sido arrestado el 26 de septiembre de 2009 en el aeropuerto de Zúrich, Suiza.
En la sala se escuchan murmullos. Algunos dicen que deben condenarlo, otros alegan que no e incluso hay quienes dicen que “debería volverse a escapar para mantener el mito”.
Un cinéfilo es llamado al estrado
Jura sobre la Biblia pero solo dice creer en lo que ha visto: cine. El hombre de la W es llamado por el abogado defensor. Sube las escaleras tímidamente, mientras recrea en su cabeza las escenas que vendrán a continuación. “El juez preguntará, responderé y me negaré rotundamente a condenarlo”. Antes de dar cuenta de su testimonio el señor W presenta a su defendido.
“Humor, paranoia y repulsión. Tres palabras a las que frecuentemente se niegan los oídos humanos. Muchos menos las quieren ver. Por eso no quieren a Polanski, porque les recuerda lo que son. Lo conocí encerrado en un apartamento, solitario, a la luz de una vela y el calor de una copa de vino, barato, porque no alcanzaba para más. Repulsión (1965), así fue, terror psicológico, metáforas, caminos incorrectos.
No fue fácil encontrar un hombre como él: turbulento y desgraciado. Tras Repulsión comencé a coleccionar obsesivamente sus películas. El cuchillo en el agua (1962), Callejón sin salida (1966), El baile de los vampiros (1967) y seguramente la favorita de muchos: El bebé de Rosemary (1968).
Para 1968 nuestro hombre ya era uno de los autores más respetado por la crítica y además una referencia importante. En español Rosemary’s Baby recibió la traducción de La semilla del diablo. Este film es considerado uno de los mejores en el género de terror durante la historia.
En este film el director se salió de los esquemas tradicionales del género de terror y convirtió los castillos góticos en apartamentos citadinos y las logias en comunidades de vecinos.
Tras haber sido estrenada la película, la esposa de Roman, Sharon Marie Tate, y varios de sus amigos fueron asesinados por la secta de Charles Manson. La tragedia, como suele sucederles a muchos creadores, desembocó en un mar de talentos donde se pueden pescar films de la talla de Macbeth (1971), Chinatown (1974) y Tess (1979).
En el caso de tener que elegir una favorita de este período, defino la respuesta tras un suicidio en el cual mi cuerpo quede colgando de una cuerda floja que se sujeta entre Chinatown y El inquilino.
Para no pasarme de largo, tengo que mencionar algunas otras películas señor Juez, las tiene que ver antes de dictaminar la condena: Piratas (1986), Frenético (1998), Lunas de hiel (1992), La muerte y la doncella (1994), La novena puerta (1999), El Pianista (2002) y Oliver Twitst (2005). Espero, además, poder ver, pronto, The Ghost Writer, aunque tenga que ser pirata, censurada y en medio del encierro”.
Las puertas del salón se abren inesperadamente, afuera se escuchan gritos. La iglesia hace presencia, las imágenes de Cristo danzan entre la turbulencia. Roman, permanece callado, abstraído en sus pensamientos, prepara su próxima película.
Un hombre que dice haber sido testigo de la Segunda Guerra Mundial y haber conocido a Polanski ingresa en el recinto. Grita, pero su testimonio no es tenido en cuenta. Nunca se conoce su nombre.
“¿Y quién condenará a todos aquellos que le hicieron daño? Este hombre que usted ve sentado, juzgado, atacado y defendido fue víctima del régimen Nazi en Polonia, sus padres fueron enviados a un campo de concentración y su madre asesinada en la cámara de gas. La relación con su padre era mala, tuvo que irse de casa siendo joven. El amor de su vida fue asesinado, ese es el precio del talento. Es un retorcido, pero, ¿quién pagará el daño que el mundo le ha provocado?”.
El ruido vuelve a escucharse y el hombrecillo es detenido entre la multitud. Antes de hacer un último receso, se aclara que tras haber sido detenido, Roman ha sufrido varios ataques de la prensa. A sus 76 años desconoce el significado de la palabra privacidad y recientemente, varios medios de comunicación han sido condenados por publicar fotos e imágenes del cineasta sin permiso.
15 minutos de receso
Tras haber analizado el caso y conocer el eclecticismo de la filmografía de Polanski, que abarca más de 40 años de talento desmedido, y sopesar esto con una violación a una menor de edad, el Juez huye. Solo deja una nota:
“He conocido de peores violadores en este estrado. No por eso considero que el acusado Roman Polanski deba de salir ileso de esta situación. Me encuentro en un punto donde no puedo decidir, donde la moral y el arte se contradicen ante mis sentidos. Solo me queda por decir que si el Dios de los directores es su público, dejo el veredicto en manos de ustedes. ¿Una respuesta? Tal vez la veremos en la próxima película de Roman, en una de esas cintas donde quede demostrado que para ser genial siempre hay que tener un poco de locura”.
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